Óleo sobre lienzo
45,5 x 31,5 cm.
Nuenen: julio-agosto de 1885
F 166, JH 850
Museo Kröller-Müller
El lienzo de Van Gogh despliega la figura de un campesino tal como el pintor se deleita en visualizarlo: empapado en el sudor que emana de la laboriosa vida rural. Su interés en este estudio radica principalmente en la ilustración del trabajador y su indumentaria. La luz que incide sobre el hombro y el brazo exalta la discrepancia entre el tono azulado y verdoso del resistente mono y el rubor oscuro que se aprecia en el rostro y la mano del obrero.
Van Gogh es consciente de que su interpretación de la figura no se alinea con las proporciones y la anatomía “correctas”, según los patrones de los pintores académicos. Pero este no es su propósito. Su deseo es adquirir la habilidad de realizar desviaciones, variaciones, reformulaciones, alteraciones de la realidad que bien podrían interpretarse como mentiras si se quiere, pero resultan más “reales” que la verdad literal.
Su ambición es representar ‘la figura del campesino en plena acción’: ‘este campesino debe ser campesino, este cavador debe cavar’. Para él, este aspecto es intrínseco en la representación de una figura y es ‘esencialmente contemporáneo’. ‘La figura del campesino y el obrero inicialmente se introdujo más como un “género”, pero hoy, con Millet como el maestro eterno al frente, es el epicentro del arte moderno y seguirá siéndolo’.