Van Gogh pintó su serie de olivos y olivares justo después de que sus amigos y artistas Paul Gauguin y Émile Bernard pintaran una serie de escenas religiosas. Ellos pintaban a partir de la imaginación, en este punto Vincent van Gogh, estaba en desacuerdo, decía que la realidad debería ser siempre el inicio de la obra: «Mi ambición se limita realmente a unos cuantos terrones de tierra, a unos brotes de trigo. Un olivar», le escribió a Bernard.
Óleo sobre lienzo
73,0 x 92,0 cm.
Saint-Rémy, noviembre-diciembre de 1889
F 707, JH 1857
Museo van Gogh, Ámsterdam