Madeleine au Bois d’Amour

Émile Bernard fue un joven pintor francés que, a la temprana edad de veinte años, ya estaba experimentando con diferentes técnicas y estilos artísticos. En este retrato, pintado en tamaño real, retrata a su hermana Magdalena, quien tenía 17 años en ese entonces. La obra fue realizada en el Bosque de Amor, ubicado en las afueras del pueblo bretón de Pont-Aven, un lugar que se hizo famoso por su belleza natural y su inspiración en la obra «El Talismán» de Paul Sérusier.

El cuadro presenta a Magdalena tumbada en el suelo, ocupando todo el ancho del lienzo. La composición se divide en dos partes: dos tercios del cuadro están dedicados a un paisaje pintado en el taller a partir de estudios realizados en el lugar, y el resto de la obra muestra a Magdalena en una postura relajada y soñadora. Ambas partes coexisten sin una unidad clara, pero la figura de Magdalena está colocada en paralelo con el río Aven, que corre detrás de los árboles y ayuda a crear una sensación de armonía en la obra.

Aunque se puede notar la torpeza propia de un joven pintor, la obra tiene un carácter simbólico y alegórico que la hace muy interesante. Magdalena es retratada como una joven soñadora, sumergida en sus pensamientos y escuchando las voces divinas de la naturaleza. Esta sensación se refuerza con el uso de colores suaves y brillantes, y con la iluminación difusa que rodea a la figura.

En esa época, Émile Bernard y su hermana eran muy cercanos al líder de la nueva escuela «impresionista y sintética» que se instaló en Pont-Aven para pintar durante varios meses. Esta corriente artística se caracterizaba por alejarse del naturalismo preconizado por los Impresionistas de la generación de 1870, y se recomendaba pintar por masas e impastos de colores, con el fin de distanciarse del realismo. En este sentido, el cuadro de Magdalena muestra claramente esta tendencia, ya que los detalles, los efectos de volumen y perspectiva están sacrificados en beneficio de una visión general compuesta a la manera de las estampas japonesas, por planos escalonados.

En resumen, el retrato de Magdalena por Émile Bernard es una obra interesante y simbólica, que muestra la influencia de la corriente «impresionista y sintética» en la obra del joven pintor. Aunque la composición puede parecer un poco desorganizada, la obra tiene un encanto especial que la hace muy atractiva para los amantes del arte.